Me comentaba una amiga muy querida, que sus hijas salían frecuentemente con “amiguitos”, y que ella estaba francamente muy alarmada, triste y confundida, porque sentía que algo no andaba funcionando bien con sus niñas:
Exigían libertades, pedían dineros, se tomaban atribuciones que no les correspondían, recibían llamadas a altas horas de la noche, o se escapaban de casa a cualquier hora, y cuando volvían no daban ningún tipo de explicaciones a sus conductas “dudosas” y “misteriosas” ¿Qué debo hacer si mis hijas no me obedecen, y encima se molestan cuando trato de corregirlas?
Lo más lógico es que buscaremos medidas correctivas drásticas cuando después de haber agotado todos los recursos de comunicación y entendimiento o acercamiento con los hijos, estos no muestran ninguna disposción de modificar sus actitudes.
Resulta pues muy claro de entender, que una cosa es darles libertad a nuestros hijos y otra muy distinta es permitirles libertinajes y faltas de respeto.
Algunas madres pierden la autoridad sobre sus hijos cuando no saben marcar su raya, cuando no hablan claro con sus hijos y no fijan bien sus posiciones dentro del hogar. Una cosa es ser y hacernos amigas de nuestros hijos, y otra cosa muy distinta es perder hasta la autoridad sobre ellos. Una de la chicas (hija de mi amiga), alegaba que no tenía nada de malo tener “amigos con derechos” y que todo mundo lo hacía, que “era la moda”, y que ¿porqué tenía la pobre madre qué escandalizarse tanto por ello?
A ver: ¡Aclaremos esto!
¿Qué significa tener amigos con derechos?
Pues implica eso; otorgar toda la libertad y el consentimiento al amigo inmaduro y abusador, para disponer del cuerpo y de la voluntad de la mujer ingenuamente pretenciosa, sin tener compromisos ni deberes serios con ella.
Y como es obvio esas mujercitas soñadoras, quedan a la deriva de las circunstancias, son usadas, manipuladas, chantajeadas y abusadas, incluso sexualmente, y de allí nacen para multitud de problemas, tanto para la víctima principal, como para los pobres padres, que nada tienen que ver en las decisiones equivocadas o precipitadas que sus hijos tomaron sobre sus vidas, sin consultarles ni tomarles en cuenta para nada.
No es difícil entonces intuir los resultados nefastos que estas acciones de insubordinación de los jóvenes pueden acarrear, sin dejar de mencionar los riesgos en que estos incurren de caer en las garras de las drogas, malos manejos, enfermedades venéreas y prostitución.
Empecemos por hacer conciencia mis bellas, de la atención y riguroso cuidado que debemos tener en la educación que brindemos a nuestros hijos, para evitarles males posteriores y de paso, ayudarlos a canalizar y encaminar sus energías y aprendizajes, para que estos aprendan a manejar mucho mejor sus vidas y podamos sentirnos orgullosas de verlos algún día, siendo adultos felices.
Escrito por: Doral
Siempre ten presente que la piel se arruga.
